Nuestros ensayos comenzaron en abril, en pleno confinamiento, por lo que ya podéis imaginar cuál fue nuestra sala de ensayos: Zoom, por supuesto. Horas intempestivas, problemas técnicos, ojos enramados, nada se interpuso entre la compañía y el trabajo, entre la directora y los actores y actrices.
Fueron días duros, pues esto nada tiene que ver con verse y tocarse en una sala de ensayos. Pero el compromiso era firme. Esto iba a salir, aunque tuviéramos que hacer la obra en zapatillas de casa… ¡y cada cual en la suya!
De hecho, la compañía se había comprometido conmigo tiempo antes. La escritura de la obra comenzaba en marzo con la investigación previa que hago con el asesoramiento de Marta y el apoyo de Javier Andreu. Javier es quien, en cada edición, lee la obra antes que nadie y “matiza” mis idas de olla sin intervenir (gracias). Once horas tuvieron la culpa para sudar, parir y organizar el texto que encontraréis en el teatro. En pleno confinamiento, y todas seguidas, imaginándome a todos mis actores y actrices en su papel. No sé realmente si disfruto o sufro o las dos cosas o ninguna.
Lo que sí que tengo claro es lo que me encantan los ensayos, así que este año estaba muy decepcionada. Los ensayos serían online. Teatro online. Suspiro. Sin embargo, mi texto tardó poco en ir cobrando vida a través de las pequeñas ventanas de Zoom. Qué inyección de alegría y humanidad en cada ventanita. Ganas, sonrisas, gafas, ilusiones.
El sábado 30 de mayo todo eclosionó cuando, en una multitudinaria reunión on line, toda la compañía hizo un pase seguido de la obra completa. “¡Habemus obra!”. ¿Habemus? Había que tener fe. E imperiosamente, había que verse.
Empezaba entonces la operación ensayos presenciales. Las medidas de higiene debían de ser extremas: ensayar por escenas, nunca nadie ajeno a dicha escena, media hora por cada una, mascarillas a discreción y, sobre todo, distancias de seguridad. Distancias en teatro. Suspiro. Y mucha paciencia.
De nuevo, la suerte es la compañía que cada año se forma en torno a este montaje de teatro. Los 35 seres humanos llenos de humanidad. Además, el tiempo nos acompañó y pudimos ensayar al aire libre cubriendo las carencias de las distancias con imaginación y buen humor.
¡Qué ensayos más raros sin abrazos de mínimo espacio, sin distinguir el gesto debajo de la máscara! Pero qué gratificantes tras tantos meses aislados, alejados unas de otros, tan solas.
Ensayábamos y las noticias eran esperanzadoras ahí fuera. Se abrían tímidos aforos para algunas actividades públicas y todo parecía que iría a más. ¡El día 22 de junio llegaba la hoy ya manida “nueva normalidad”!
Pero aquí ya habíamos tomado una decisión: este año no haríamos teatro en vivo sino que lo grabaríamos en una peli. Había que buscar localizaciones seguras, planificar bien para evitar aglomeraciones, reducir atrezo al máximo.
Había, por encima de todo, que cruzar los dedos para que TODAS, LAS 40 PERSONAS IMPRESCINDIBLES del montaje (seguro que incluso más), pudieran acudir y grabar los días señalados. En cinco días. Casi nada.
Continuará.
por Carolina Ruiz
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Felicidades Marta, Carolina, actores y equipo de grabación, por el gran esfuerzo y haber encontrado una buena solución en medio del desconcierto social.
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